Salimos antes del amanecer con destino al aeropuerto. Eran las 5 de la mañana y muchos no habían podido pegar ojo durante el poco tiempo que tuvimos para descansar.
Ya en el aeropuerto, algunos tuvimos problemas con el peso del equipaje. En Chile son bastante estrictos con estas cosas, y tuvimos que pasar por caja para pagar por el sobrepeso de nuestras maletas.
Tras el despegue, pudimos admirar de nuevo la cordillera andina desde una posición privilegiada. Realmente es una vista bellísima y te sientes insignificante ante la magnitud de todo ese vasto territorio nevado que parece que no tiene fin. De hecho no ves más que montañas y valles hasta más allá del horizonte por ambos lados del avión.
Después del breve vuelo de aproximadamente una hora y tres cuartos, llegamos al aeropuerto internacional de Ezeiza – Ministro Pistarini, en Buenos Aires.
Una vez más, los pertinentes controles de aduanas (esta vez sin ningún problema para nadie) y tras recoger el equipaje, nos reencontramos con nuestro viejo amigo Roberto.
Roberto es el chófer que nos acompaña cada año desde nuestra primera visita a tierras argentinas. Ciertamente, ya forma parte del grupo y está completamente integrado en él. Incluso ya se sabe algunas de nuestras canciones.
En esta ocasión llegó acompañado de un compañero para el largo viaje hasta Paraná, Leandro.
Después de los saludos y cargar el equipaje en el autocar, de nuevo ruta norte hacia Paraná.
Tras la comida en un área de servicio de la autopista, tuvimos que desviar la ruta antes de llegar a la circunvalación de Rosario por culpa de unos piquetes que habían cortado la carretera y el puente que cruza el río de La Plata.
Esto hizo que tuviéramos que entrar en la ciudad, con el retraso que ello supone, y subir hasta Santa Fe para tomar el túnel subfluvial.
Al final, llegamos a Paraná cerca de las 22:30h.
Allí estaban los amigos del Centro Asturiano esperándonos con la cena preparada.
¡YA ESTÁBAMOS EN CASA!
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